LifeLine Express

Reportaje fotográfico de Jorge Pizarro. el LifeLine Express, el primero entre los civiles, lleva acceso sanitario a zonas remotas desde 1991, en proyectos de tres semanas costeados por empresas. Nacido en la era de las relaciones públicas, se sustenta en el sector público, el privado y las ONG.El mérito del LifeLine Express es triple.

No fue sólo una idea, ni una idea que echó a andar, sino una idea que echó a andar y se mantiene, y que, capeando un sinfín de dificultades, ha atendido a más de un millón de pacientes y operado a unos 100.000. Aparte de sus números espléndidos, el trabajo que se realiza día a día a bordo no es sólo un botón bien atado en una camisa como India, sino una muestra de lo que hace falta para que este país XXL no se siga desabrochando.

Según Zelma Lazarus, su creadora, todo es cosa de organización.Cuando, en 1981, la ONU resolvió fundar agencias nacionales para luchar contra enfermedades evitables, llamó a combinar sector público y privado. La primera ministra Indira Gandhi movió rápidamente ficha: contactó a Rathan Tata, heredero del principal conglomerado indio, y Zelma Lazarus, mánager en unas de sus filiales, fue elegida para inaugurar Impact. Zelma se había criado a saltos por el país siguiendo el trabajo de su padre, un funcionario colonial británico, y también parecía resistente a las distancias entre las ideas y los hechos.

Para entonces ya se había casado con un hombre al que los médicos habían desahuciado y que, aparte de sobrevivir 24 años, le dio dos hijos y nietos; luego se quedó a las puertas de estudiar Medicina, pero años después se inventó un hospital móvil con locomotora y lo hizo realidad. El LifeLine Express comenzó con tres vagones rescatados del desguace -«la primera vez que nos subimos el suelo se pulverizó a nuestros pies», recuerda Zelma-, y se había gestado en un despacho de Delhi con ella saltándose el protocolo y abordando al entonces ministro de Ferrocarriles, George Fernandes: «Señor -le dijo-, quiero un tren». 

Con el LifeLine Express, su historia misma se ha hecho circular: Zelma nació en 1937 en el tren que llevaba a su madre a un hospital de Delhi. A priori, un tren con quirófano no tiene mucho de preventivo. Pero Zelma, que se despierta a las siete, desayuna a las ocho y va al trabajo a las nueve, todo ello con puntualidad extrema, sigue haciendo el trabajo que le gusta desde un viejo edificio del sur de Mumbai junto a un equipo de varias edades: organizar; anticipar los imprevistos.

En 1984, Impact coordinó el programa que prácticamente erradicó la polio en Chennai, la antigua Madras, involucrando decisivamente al actor del momento. La campaña implicó al sistema público, a donantes de vacunas y de refrigeradores y al voluntariado, y alcanzó al 95% de niños. Los casos se redujeron un 80%. Siguieron los quilts contra las muertes de bebés por hipotermia: retazos de tela cosidos con los que envolver a los recién nacidos que, por creencias indígenas, nacen en el suelo. Y hoy, la cruzada es por atajar la anemia en embarazadas.

Ante todo, Impact diseña proyectos fácilmente replicables. Sólo así uno de ellos, el tren-hospital, ha podido suceder 168 veces.La ambulancia ha llegado desde el hospital civil de Nandurbar, que está en obras de ampliación y tiene polvo por todos lados. En el ala nueva casi todos los pacientes, unos 70, son ancianos y llevan un esparadrapo sobre una de las cejas. Las sandalias están en el pasillo todas juntas, pero ellos reposan en colchonetas separados por sexos. 

Los hindúes llevan camisa blanca de algodón y un gorrito estilo Gandhi, los musulmanes un topi ceñido y se ven turbantes diferentes. En canillas huesudas y tobillos se ven las marcas del campo: cicatrices sin pigmento, uñas amarillas a veces partidas. Pernoctarán allí, y matan el tiempo mirando un periódico o buscando dónde posar la vista. Al otro lado del pasillo las mujeres son un desfile inmóvil de saris de colores. Llevan aros en orejas y nariz y los anillos en los dedos de los pies. Algunas tienen tatuadas sus señas familiares, tres puntos en el ceño, flores o el nombre de su padre en un antebrazo.

By: elmundo.es