El Control de las Emociones

Foto: Shutterstock. Cuando no se controlan las emociones se pueden lesionar las relaciones con las personas, afectando la paz interior y la salud, Es cierto que enojarse, sentir indignación, rabia, impotencia y otros estados menos definibles son respuestas normales de los seres humanos frente a situaciones o personas que no toleramos. En su origen, estas responden a un sistema de defensa que nos es útil en muchas circunstancias.

Sin embargo, los estados emocionales intensos, que nos invaden y hacen perder la cabeza, muchas veces nos llevan a reaccionar con violencia, insensatez y sin prever las consecuencias.

Lo más alarmante es que este tipo de respuesta o reacción se han ido convirtiendo en una forma habitual de manejar situaciones cotidianas. En esto radica el éxito de la película argentina Relatos salvajes, nominada al Óscar. Esta producción muestra una serie de situaciones de la vida cotidiana, en las que las personas pierden los estribos y llegan al límite al dejarse dominar por la rabia, los deseos de venganza y la frustración.

Cuando esto sucede se pueden ocasionar daños irreversibles, lesionar las relaciones con las personas y hasta afectar la salud y paz interior, razones de peso para tomar la decisión de controlarlas.
Aunque es una realidad que no siempre resulta fácil mantenerse en los cabales y controlar estos sentimientos, ya que pueden llegar a ser muy fuertes e intensos, también lo es que la capacidad para controlar las llamadas emociones negativas es una habilidad que se puede desarrollar.

Es posible hacerse hábil manejando con asertividad la frustración en los momentos difíciles y tensos, tener más opciones sobre cómo actuar cuando estos se experimentan, modular la intensidad de las reacciones y evitar que se formen escaladas cuando el enojo, la frustración o la impotencia nos llevan al explotar.

Tener conciencia

El primer paso es estimular la capacidad de autoconciencia, esforzándose por conocer lo que sentimos y pensamos para identificar lo que nos lleva a reaccionar de manera impulsiva y explosiva. Los motivos pueden ir desde querer imponer nuestra voluntad, creer tener siempre la razón, sentirse tratado injustamente, hasta estar permanentemente bajo presión o padecer ansiedad, estrés o miedo. Algunas características personales como alta susceptibilidad, rigidez, inseguridad o inmadurez emocional también son factores que predisponen a perder el control.

Verbalizar las emociones

Aunque en algunos casos es prudente quedarse callado, es importante poder hablar sobre los sentimientos. Cuando ponemos en palabras las emociones, estas se experimentan con menos intensidad, ya que el verbalizarlas les da una especie de edición a los sentimientos. Hablar, además de que nos lleva a buscar la manera de solucionar los conflictos y no quedarnos en los estados emocionales, tiene el efecto de ayudar a no acumular descontentos ni resentimientos que pueden hacer ver la situación como irremediable.

Pensar antes de actuar

Ganar autocontrol, una de las habilidades más importantes de la inteligencia emocional, implica el desarrollo de una serie de acciones que se convierten en alternativa a las reacciones desmedidas.

Existen diversas estrategias, como aprender a escuchar sin reaccionar o interrumpir, evitar usar un tono de voz agresivo o un lenguaje corporal que indique que se está a la defensiva, mantener la paciencia y elegir el mejor momento para actuar.

Es importante hacer estos ejercicios de identificación y reconocimiento de las emociones que permite manejarlas mejor.

Pare y respire profundo

1. Identifique los síntomas previos al ataque de ira: apretar los puños, palmas de las manos húmedas, boca seca, taquicardia, respiración agitada, visión nublada, músculos tensos, cuerpo inclinado hacia adelante y sudor.

2. Hacerse un fuerte llamado de atención a sí mismo: “¡Cuidado… estoy al borde de un ataque de ira!”

3. Cambiar de inmediato alguna posición del cuerpo: descruzar una pierna, abrir los puños, soltar los brazos, poner las manos en sus bolsillos, cerrar por un momento los ojos, tomar un poco de agua, entre muchos otros.

4. Una buena respiración es un tranquilizante natural: ayuda a regular su ritmo cardiaco y su temperatura corporal, a oxigenar el cerebro, a centrar sus ideas y volver sobre sí mismo.

5. Mientras recupera el control, hable más despacio, absténgase de decir todo lo que siente o retírese de la escena. Tome un poco de distancia de la situación o persona con la que se está enfadado.

Al no interrumpir se permite que la persona con quien se discute termine las frases. Esto no tiene nada que ver con evadir la situación; solo es un manejo inteligente y equilibrado que, con seguridad, le dará otro final al enfrentamiento. Buscar soluciones al conflicto.

By: eltiempo.com